martes, 23 de septiembre de 2014

Descabezados

“Puedes salir un rato a la calle”, me sugirió. Había caído de golpe la noche y me obligué a airearme unos minutos, a respirar. Y advertí nada más cruzar la puerta que los árboles sólo eran troncos sin copas, que la gente caminaba sin sus cabezas sobre los hombros, que los coches iban solos. “Les… les falta… la cabeza”, balbuceé al entrar de nuevo en su despacho. Ella contuvo la carcajada. “Me voy ya”, anunció. “Tú aún tienes mucho trabajo”. Pero yo salí disparada hacia el baño. Observé el espejo y ahí ya no estaba mi rostro. Un cuerpo se tambaleaba debajo. Y unos dedos continuaban tecleando.

martes, 9 de septiembre de 2014

Vacaciones

Un fondo desdibujado bajo un cielo radiante. Y sombras, montón de sombras en movimiento y en reposo, rodeándolo todo. Pinceladas de colores y el rugido poderoso, casi invisible pero cercano.
Se había decidido a levantarse, el calor apretaba. Caminó en línea recta y alcanzó la orilla. Sus pies chillaron el percibir aquella agua tan fría, pero sumergió cuerpo y cabeza y en instantes advirtió un alivio salado, refrescante. Lo hizo varias veces, concentrada en que el vaivén no le llevara a perder su posición, los pies clavados.
Suficiente. No tardó en emprender la vuelta. Tercera sombrilla por la izquierda, entre la roja de rayas y la blanca con topos naranjas. Entrecerró los ojos, dudó. ¿De verdad sería aquélla? Sí, tenía que ser la amarilla. Y de nuevo, en su toalla. Respiró aliviada. Revolvió entera su bolsa de playa antes de sentarse. Y cuando lo hizo, su mirada encontró de nuevo un mar añil y nítido, las gaviotas sobrevolando. Las sombras eran ahora personas, mayores y niños, con pelos de todos los tonos y todos los cortes, de lo más variopintos. La arena, tan clara, y tan minúsculos sus granos. Y los barcos de vela a lo lejos, y las celulitis de ellas, y los abdominales de ellos, y los flotadores, y la espuma blanca de las olas rompiendo, y… Y qué distinto era el mundo con sus gafas puestas.