martes, 8 de mayo de 2018

Mi cama

Tomé el último cubata en el bar y me dirigí a casa. Sólo tenía ganas de darme una ducha fría y de tumbarme en la cama. Todo estaba oscuro, muy oscuro, ni un alma en las calles. Los árboles parecían tener dos copas y mis pies cuatro zapatos. Necesitaba beber agua, lavarme los dientes. Besarla.
Alcancé el portal y después el ascensor. Tenía tantos números, tantos y tantos botones… Acerté a apretar el del cuarto y se puso en marcha. Cuarto B. Por fin. Mi casa. Mi mujer. Mi almohada. Pero la llave no encajaba, un intento, otro y otro más. Seguía viendo lejos las sábanas. Escuché al fin la voz de Mari Luz y en un suspiro se alzaba frente a mí despeinada, en bata, mirándome raro.
- ¿Qué haces aquí? ¿Otra vez? ¡Esto no puede seguir así! Es la última vez. ¡Fuera!
Mi Mari Luz parecía muy enfadada. ¿Qué había hecho? ¿Qué había pasado? Un hombre apareció detrás, en calzones largos. Yo estaba muy mareado. Algo me dijo él, con malos modos, antes de mandarme a algún sitio y dar un portazo.
Estoy de nuevo en el portal y al rato vuelvo a caminar, el sol va tras mis pasos. Comienzo a recordar que en algún lugar tengo otra casa. Pero ésta era la mía, la verdadera, ¡maldita sea! La próxima vez llevaré un bate de béisbol, puede que también una navaja. Cualquiera no puede meterse en mi hogar, ni con mi mujer, en mi puñetera cama. 

martes, 13 de marzo de 2018

Feliz Navidad

Era 15 de junio y sonaba un villancico tras otro. Primero los peces en el río, después el arre burro arre. Alcanzaban el tercer piso, a veces se expandían hasta el quinto. Seguían su curso el 3 de julio, el 16, el 28. Para finales de agosto marcaban su máxima potencia e incluso se añadía alguno más al repertorio. 
El 2 de septiembre Manolo abría la puerta para dejar la basura sobre el felpudo. Vestía de Papá Noel, las barbas blancas desparramadas como el sudor de su frente bajo las gafas. El matrimonio de enfrente se disponía a bajar en aquel momento a la piscina, con sus chanclas, bañadores y toallas. Lo miraron fijamente. Siguieron observándolo sin decir nada. De fondo, las notas del ay el chiquirritín queridito del alma.
Manolo se quitó el gorro con borla blanca y les devolvió al fin la mirada.
- Ya… Pero es que así el niño come. Así sí come…

jueves, 18 de enero de 2018

Un café junto a la ventana

Julia sorbía el café sin apartar la vista de su boca. Él esquivaba la mirada con una copa de vino entre los dedos. Intuyó nuevas arrugas alrededor de sus ojos y un peinado más moderno. Seguía siendo muy hermosa. Su entrepierna empezaba a sentirse incómoda.
- Vamos mejor junto a la ventana. Este rincón oscuro me pone enferma. Me deprime.
- Estamos bien aquí. Por favor… -pero ella insistía levantándose de aquel butacón del fondo.
Junto al cristal, Julia tomaba sus manos entre charla y charla y él las apartaba con delicadeza, se recolocaba las gafas y arrojaba sus pupilas hacia esquinas y techos. Eran los únicos clientes. Más allá, tímidos copos de nieve bajo la luz de las farolas y algún paraguas a lo lejos. 
Se dijeron adiós bajo aquella noche de guantes y gorros. Julia buscaba sus labios y él consentía por un instante que los de ella lo cobijaran. “Por los viejos tiempos”, pensó. 
- Intentaré hacer algo. Eres una actriz fabulosa. No te puedo asegurar nada. Ya te... Pero... ¿Qué...? ¿Qué es aquello...? Es… ¿Es un fotógrafo? 
Ella mostró su sonrisa exultante y emprendió la marcha. Él luchó por hacerse invisible bajo el sombrero, subió la bufanda hasta picarle las cejas y se maldijo antes y mucho tiempo después de introducirse en el vehículo que lo esperaba.
- Saludos a tu mujer y a tus hijos. Ah, y suerte en las próximas elecciones. Lo harás bien desde la oposición –susurró Julia al viento escarchado mientras caminaba de nuevo hacia las portadas.